Durante
muchos años las relaciones entre perros y sus propietarios se han
basado en la “TEORÍA DE LA DOMINANCIA”. Según Esta teoría los
perros están motivados para conseguir un “status” más alto, de
manera que esto les lleva a mostrar comportamientos como la
agresividad para alcanzar el control de las situaciones.
Esta teoría
ha justificado que durante años se hayan utilizado técnicas de
adiestramiento y de modificación de conducta basadas en el castigo y
en la fuerza para mostrar al perro quien manda. El adiestramiento
tradicional tiene sus bases en la I guerra mundial y son las
técnicas que se utilizaban con los perros militares, desde entonces
han pasado unos cuantos años y se ha demostrado que estos métodos
no tienen ninguna base científica, además de generar miedo y
frustración. Aun así, hay gente que todavía los sigue utilizando.
Se ha visto
en diversos estudios que ni los grupos naturales de lobos ni los
perros asilvestrados parecen adoptar la estructura jerárquica
piramidal que tradicionalmente se les había atribuido. De manera
que el comportamiento social del perro que se basa en el deseo de
mantener un “status” es difícil de mantener.
El perro es
una especie social y su comunicación se basa en la emisión y la
lectura de señales sociales, tanto entre ellos como con los
propietarios. Así lo que debemos intentar es llegar a comprender
este lenguaje porque las interacciones sociales dependen del
aprendizaje de estas señales de comunicación. Los perros utilizan
asociaciones que les permiten predecir lo que va a ocurrir y saber
cómo deben comportarse en distintas circunstancias.
La jerarquía
social existe, pero esta jerarquía no sirve para explicar la
relación entre perros y entre ellos y sus propietarios. Estas
relaciones dependen del aprendizaje asociativo y de las conductas
afiliativas.